La ventana del jardín

La ventana del jardín, análisis

 

Significado y tema del cuento.

 

En cuanto al análisis e intrepretación de La ventana del jardín es un cuento que  habla, en primer término, de la imposibilidad del conocimiento y de la comunicación y, ligado a ello, de la oposición entre lógica racional y lógica emocional.

El acento se pone en la ridiculización de la lógica racional, encarnada por el narrador, frente a los sentimientos que mueven a los padres del infeliz Tomás Albert. Pero es continua en todo el cuento la alusión a la incomunicación y a la imposibilidad de conocer al otro, como un exponente de las limitaciones de nuestro conocimiento en general. Esto se recoge en el mismo título, pues la ventana no es en este caso una vía de comunicación, sino una barrera simbólica que se interpone entre el narrador y el chico enfermo.

En la figura del narrador se satiriza la inadecuación  o insuficiencia de la razón para el conocimiento verdadero y para lo que podríamos llamare conocimiento vital o emocional.
La disección racional de lo que cree ver, lleva al protagonista  narrador a una intepretación mostruosa de la realidad de la familia. Él y su análisis racional son los auténticos monstruos del relato, no el matrimonio Albert.

Los padres de Tromás, niño gravemente enfermo desde que nació, inventan a su alrededor un mundo en el que hasta el lenguaje está sometido a sus sentimientos. No pretenden conocer de verdad; han renunciado a ello. Solo pretenden aliviar el dolor de su hijo y , tal vez, el suyo propio. La razón es sometida o adaptada a la compasión.
En cualquier caso, la razón aparece como algo frágil y quebradizo. Solo cuando se deja de lado se consigue un punto de vista más amplio sobre la realidad vital y se puede hallar cierto consuelo en medio del sinsentido (o sentido inapresable) de la existencia. Esto es lo que vemos en la actitud de los padres y en la del taxista al final del cuento.

 

SÍMBOLOS TEMAS Y MOTIVOS TEMÁTICOS

La ventana del jardín

Una ventana puede ser un símbolo de esperanza, de apertura, de comunicación… Sin embargo, en este cuento es un símbolo de las dificultades para comunicarse con los demás. La ventana es como el lenguaje: nos muestra que las cosas y los demás están ahí, pero se interpone entre ellos y  nosotros.
La ventana se interpone entre el narrador y el hjo de lo Tomás cuando entran en contacto por primera vez dos años atrás y la noche en que el narrador se acerca hasta Tomás para proponerle que se escape con él.
El mismo lenguaje que es insuficiente para conocer la realidad es también insuficiente para conocer a los demás y comunicarnos con ellos: es una de las raíces de la soledad.
Por todo ello, Cristina Fernández Cubas, en una entrevista en la que hace un breve análisis de este cuento, habla de que en él se da “el terror por el lenguaje” (1).  El fracaso del lenguaje (como el de la literatura en otros cuentos) es nuestro terror vital ante la fata de certezas, la muestra más demoledora del fracaso de la razón y de la fragilidad de nuestro existir.

 

El peculiar lenguaje de Tomás

El hijo de los Albert tiene, entre otros problemas, dificultades con el lenguaje. Ha creado el suyo propio y los padres se han amoldado a él.
Las dificultades de Tomás y las deficiencias de su lenguaje son, obviamente, un trasunto de las limitaciones de lenguaje en general, de la incomunicación y de la soledad.
La aceptación de ese lenguaje por parte de los padres (y del taxista) muestran ese otro matiz del cuento: la lógica de las emociones.

Cuando el narrador se detiene en el análisis de ese lenguaje diferente y en la explicación de sus detalles, a mi juicio, asoma la filiación borgiana del cuento (es imposible no recordar cuentos de Borges como Tlön, Uqbar, Orbis Tertius o El informe de Brodie). La trágica inutilidad del conocimiento (y de la vida misma) se reafirma como tema último del cuento. Las dificultades del niño  simbolizan  de manera especial esa trágica condición humana.

 

El punto de vista

El análisis del punto de vista narrativo nos revela que, de nuevo, en este cuento el punto de vista es el elemento clave. Estamos limitados a la visión del narrador protagonista y cometemos los mismos fallos interpretativos que él.
Cristina Fernández Cubas aprovecha  el molde del género fantástico de terror y sus resortes para someter, una vez más, al lector a una experiencia peculiar.
Cometemos los mismos pecados que el narrador obligados por el punto de vista del relato, recortado a la percepción de la situación por parte del narrador. Digamos que nos hace sufrir en carne propia las deficiencias de la razón que forman la temática del cuento. No son cosas extrañas o esotéricas que le ocurren al protagonista de una ficción narrativa: nuestra mente pasa por el mismo proceso. Nuestra razón entra en pánico exactamente igual que la del narrador. Somos parte de la argumentación del cuento.

 

 Estructura del cuento.

La ventana del jardín adopta el esquema argumental típico de algunos relatos de terror. La propia autora ha recordado en diversas ocasiones el modelo de Drácula como un referente  de este tipo de cuentos de terror.  En resumen, un personaje llega a un lugar que tiene algo de extraño o misterioso, se encuentra con alguien inquietante  y empiezan a ocurrirle cosas aterradoras.

 

La presencia de lo fantástico.

¿Hay algo fantástico en este cuento?  Cristina Fernández Cubas ha sido encasillada en el género neofantástico con apenas un poco menos de pereza que se ha llamado feminista a su literatura. No en todos los cuentos hay elementos fantásticos. En algunos, lo fantástico acaba siendo solo una impresión del lector  (inducido por el punto de vista narrativo). Así pasa en Lúnula y Violeta y es también, en gran medida , lo que ocurre en La ventana del jardín.
Cuando los hechos abren los ojos al narrador y al lector, todo lo que queda es una familia golpeada por la cruel enfermedad de su hijo. Trágico, pero no fantástico.
Como nos vemos forzados a reconocer, después de dejarnos arrastrar por las suposiciones del narrador, el único monstruo son los desvaríos de nuestra razón y los auténticos enfermos, el lenguaje y nuestro titubeante conocimiento.
Creo que en La ventana del jardín, Cristina Fernández Cubas muestra de nuevo, que hace un uso irónico de las convenciones de ese tipo de literatura. Lo fantástico es un modo de denunciar la incertidumbre de la existencia  y de la realidad.
La autora juega con el lenguaje y los clisés el género fantástico para mostrarnos con ironía  que lo extraño, irracional y monstruoso puede ser la rutina misma de nuestra mente y de nuestras vidas. En cualquier momento en la realidad puede aparecer un elemento inquietante o inexplicable que hace tambalearse a la razón. La precipitación con la que a veces respondemos ante esto nuestra lo desvalidos que vivimos apoyados en esa muleta vacilante del conocimiento lógico.

 

Tiempo y espacio

Como en tantos cuentos de Cristina Fernández Cubas, no hay datos concretos acerca del tiempo y del espacio. Esto, tan característico de muchas obras contemporáneas, tiene una clara explicación. Estamos otra vez ante un cuento en el que lo relevante son los paisajes interiores de las almas y el tiempo existencial.

Personajes

Los padres de Tomás funcionan, en realidad como un único personaje. Han encerrado el dolor en un lenguaje reducido. Siempre repiten lo mismo cuando les preguntan por el chico.

Cuando el narrador aparece, José tarda en reconocerlo, en un gesto que representa su negación del mundo por amor a su hijo. Viven dentro de una isla que ellos mismos han creado por amor -bien o mal entendido, a su hijo.

Se han adaptado al lenguaje empobrecido de Tomás. Juntos han reducido el mundo casi a solo  a tres palabras esenciales que, en definitiva, son ellos mismos, su vida en común.  Eso y el hecho de alejarlo del mundo parece un acto de piedad,. para evitarle un dolor mayor,  el de saber que el mundo no es solo ese dolor de su enfermedad.

Pero el hijo, que de todas formas no conoce otra cosa en la vida que el dolor, no se resigna y  sueña con que más allá de la ventana del jardín pueda haber algo diferente: más de tres palabras, quizá.

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(1) http://elpais.com/diario/1980/11/21/cultura/343609213_850215.html  21 NOV 1980

Resumen de La ventana del jardín

Resumen de La ventana del jardín

Cuento de Cristina Fernández Cubas.

 

Resumen del argumento del cuento.

El protagonista narrador del cuento -cuyo nombre desconocemos- tiene que hacer un viaje por razones de trabajo. Como ya le ocurrió dos años antes, ha de pasar cerca de donde vive ahora un matrimonio al que conoce desde la infancia. Igual que  hizo entonces, decide  aprovechar el viaje para detenerse a visitarlos, aunque sin avisarles.
El matrimonio, sus antiguos conocidos  José y Josefina, habían tenido un hijo, Tomás. El niño, al parecer, había nacido con serios problemas de salud, lo cual llevó a los padres a tomar la decisión de trasladarse fuera de la ciudad, a una granja aislada en el campo, lejos de la aldea más cercana.
En la visita que les hizo dos años antes, debido a todas las preocupaciones que se tomaban los padres por la enfermedad de su hijo, el narrador solo tuvo ocasión de ver a Tomás (sin hablarle, por su afección en el oído)  en una breve entrevista a través de la ventana de su habitación (que daba al jardín, de ahí el título del cuento).
En ese breve encuentro, el hijo de los Albert, le había deslizado en el bolsillo una nota ininteligible, como escrita en clave o en otra lengua que usara las palabras de otro modo, con otro significado. Ese detalle es lo que más recuerda el narrador de la visita anterior y, de hecho, con esa nota arranca el cuento.

Todo indica que esa visita por sorpresa desconcierta e incomoda al matrimonio. No obstante, finalmente reaccionan y le invitan a pasar y a quedarse a comer con ellos. El narrador, aunque arrepentido y avergonzado de su intromisión, acepta, tal vez porque toda su motivación para visitarlos era el deseo de volver a ver al niño y aclarar el misterio de la extraña nota.
Durante la comida, José y Josefina siguen comportándose de un modo extraño, nada en consonancia con la antigua relación que los unía a los tres desde el colegio.
El narrador pregunta por la salud de Tomás y los padres se deshacen en lamentos y en largas explicaciones que al narrador se le antoja que tienen algo de falso o artificial. Pide ver al niño o, pero de os padres no obtiene más que evasivas. Los padres están obsesionados por aislar, literalmente, a su hijo del mundo, para protegerlo, entre otras cosas, del ruido, pues una de las manifestaciones de su enfermedad  es  problema en el oído que lo hace muy sensible a cualquier ruido.
Ttranscurre la velada y, en un momento en que parecen quedarse sin tema de conversación, el narrador, sin saber por qué vuelve a preguntar por la salud del niño. Para su sorpesa, los padres le responden empleando exactamente las mismas palabras que poco rato antes. El narrador llega a la conclusión de que están locos o de que esconden algo.
Finalmente, ante la actitud de los padres, el narrador llega a pensar que han asesinado al niño y finge un contratiempo con el taxi para obligarles a que le inviten a pasar alli la noche.

Tras la cena, para su sorpresa, José y Josefina le invitan a ver a Tomás, que ese mismo día cumplía 14 años. De su conversación a solas con el niño, el narrador concluye que el niño es inteligente y que tal vez no esté tan enfermo como dicen sus padres. Le parece que sus antiguos amigos se han convertido en unos monstruos que, tal vez por vergüenza, tienen a su hijo viviendo e condiciones inhumanas lejos del contacto con la gente.
Decide entonces ayudar a escapar al niño.  Se acerca de noche a la ventana del cuarto de Tomás que da a  jardín -la misma por la que le había pasado la nota en su anterior visita- con la intención de proponerle ayudarle a escapar de sus padres. Hablan durante horas.. El niño solo se expresa en ese extraño lenguaje que utiliza con sus padres y que el narrador había descubierto dos años atrás en la nota que el niño le diera. Pese a ello, el narrador consigue entenderle  y hacerse entender, y, en resumen, acuerdan escapar juntos. Cuando a las nueve llegue el taxi, Tomás deberá correr hacia él.

Cuando el narrador vuelve a su habitación, ya son las seis: Finge que acaba de despertarse  y pone suplan en marcha. Llegan las nueve, pero el taxi no aparece. El narrador se inquieta y sale al jardín. En ese momento oye que el chico le llama: también está cumpliendo su parte del plan.
Tomás se encuentra apenas a diez metros de él. Le hace gestos al chico para que corra hacia él. en ese momento el narrador descubre con pavor que Tomás  apenas puede moverse con normalidad: está realmente muy enfermo. En medio del desconcierto del narrador  de los esfuerzos inútiles del niño por avanzar rápidamente, aparecen los padres en la ventana del cuarto del niño, gritando despavoridos.
Los padres llegan hasta ellos y se llevan a su hijo dentro de la casa, sin dirigirle al narrador apenas algo más que una mirada de reproche.
El narrador, abochornado y fuera de sí, horrorizado ahora de sí mismo. echa a correr y no para hasta que, pasados cuatro o cinco quilómetros, se topa en la carretera con el taxi que iba a buscarlo.
Un último detalle que el narrador tiene que digerir es que el taxista acepta con naturalidad y tiene conocimiento  del lenguaje particular del chico y lo aprecia a él y a sus padres y, desde luego, parece considerar a los Albert una familia enteramente normal.

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